Rodrigo Alberto Peláez
Pocas veces en esta columna me he salido de los asuntos cafeteros. Esta vez me siento en la obligación ética de hacerlo ante un tema relacionado con mi amada profesión: La Odontología.
Soy Periodoncista, especialidad que previene y trata problemas de las estructuras de soporte de los dientes: encías, hueso, ligamento periodontal y cemento de la raíz. La Periodoncia es la conciencia de la odontología, en ella se reflejan los errores en diagnostico, tratamiento y malas prácticas. Una de ellas es el tristemente llamado diseño de sonrisa, por el cual acuden a consulta muchos pacientes, buscando estereotipos de belleza creados, prefabricados y que se ha vuelto una práctica donde priman intereses banales o económicos por encima de criterios ético-biológicos.
Me explico. El diseño de sonrisa es una moda absurdamente impuesta, presionados por medios de comunicación, presentadores, actores e influenciadores quienes muestran dientes absurdamente blancos, alineados y cuadrados, estilo Chiclets Adams. Para esto los odontólogos deben hacer un tallado con fresa del esmalte dental, desmineralizarlo con un ácido, imprimarlo con una resina líquida como medio de adhesión, y sobre ésta colocar resina del color deseado dándole la forma y contorno del estilo que quieran el paciente y el dentista.
Otros diseños , con carillas cerámicas implican igualme te tallado y grabado ácido del esmalte que bien manejadas en casos indicados tienen menos secuelas. Duele ver pacientes de todas las edades, que pierden su esmalte sano, tallados, llenos de resinas en los dientes anteriores, con sobrecontornos con su salud periodontal comprometida. Jovencitos que terminan ortodoncia con sus dientes sanos queriendo hacerse diseños de sonrisa: absurdo.
¿Cuántos de nosotros los odontólogos le haríamos esto a nuestros hijos?.
La resina es un biomaterial maravilloso para restaurar dientes destruidos por caries, trauma u otras razones, pero no es el esmalte dental, ni está cerca de parecerse en su comporta biológico en el largo plazo. Al restaurar un diente con carillas de resina, así se vean perfectas, existe una desadaptación microscópica marginal en el límite con la encía que implica acumulación de placa bacteriana que genera inflamación crónica, sangrado lo cual desencadena destrucción del tejido y aparición de recesiones gingivales (exposición de la raíz).
Por otro lado estas restauraciones presentan con el tiempo desadaptación, filtración y pigmentación café de los bordes, ya que a nivel microscópico caben infinidad de bacterias en esa unión entre el diente y el biomaterial.
Un cuadro mas grave aún es cuando se utilizan para cubrir cuellos destapados, pues se coloca sobre la raíz expuesta (no se adhiere a ella), un material desarrollado para restaurar esmalte agravando el problema periodontal generando mas retracción. Estos pacientes que alguna vez tuvieron dientes y encías sanas quedan condenados a restaurarse de por vida, pues los diseños tienen una vida útil corta, deben ser cambiados periódicamente y cada vez se pierde más tejido.
Con frecuencia debo convencer pacientes, de todas las edades, con dientes sanos, que por favor no se los tallen, ni se pongan resinas, que el esmalte es el tejido mas duro del organismo, que está hecho para que dure toda la vida y que destruirlo es condenar los dientes y el tejido de soporte a una pérdida progresiva e irreversible de estructuras que terminan muchas veces en su pérdida. Estamos frente a un conflicto ético que requiere una reflexión profunda, que va más allá de resultados inmediatistas, bellezas artificiales de corto plazo, la presión de medios o los intereses comerciales de fabricantes y profesionales que en el mediano plazo pasan grandes facturas de cobro biológicas y económicas. Ojalá pudiéramos instaurar en la conciencia colectiva, con la misma fuerza que nos lo impusieron, una filosofía de preservación de lo natural: Un antidiseño de sonrisa.